Comprender el tema del miedo no es fácil, dado que tenemos que entender còmo surge, còmo se desarrolla, despliega y cómo nos confunde.
Podemos padecer innumerables temores de intensidad diversa, desde temores que nos provocan un leve malestar, hasta aquellos que producen cuadros de ansiedad generalizada y otros trastornos. Los miedos objetivos de resguardo del propio cuerpo o mente ante una situación real, como encontrarnos frente a un animal peligroso o un precipicio, son miedos de cuidado y constituyen un temor sano que nos protege. Ante un riesgo cercano actuamos con responsabilidad.
Más complejo es el tema de los miedos subjetivos producidos por la evaluación que hace el pensamiento de un hecho determinado. En éste caso no se puede entender el miedo sin incorporar el factor tiempo. Pero no el cronológico, el que marca el reloj, que es real y nos señala el paso del tiempo objetivo en nosotros mismos. Nos referimos al tiempo subjetivo o psicológico. Éste es individual y arbitrario, está asentado en un tiempo- espacio imaginado.
Los hechos placenteros o dolorosos que suponemos nos ocurrirán, se van a construir sobre la base de un almacén de recuerdos y experiencias personales que cada uno alberga, llamado memoria. Del acontecer de nuestras variantes imaginadas, surgen sensaciones de agrado (placer) o desagrado (sufrimiento, miedo), ya que el pasado con sus amores y horrores se nos hace presente y se convierte en una profecía personal de lo que nos sucederá (futuro).
Si ante determinada situación actuamos de inmediato, como cuando estamos en contacto con el hambre o con la temperatura ambiente, el pensamiento interviene muy poco, es racional, decisorio y la respuesta es rápida.
En otros casos, la mente-pensamiento coteja el hecho que nos ocurre, lo identifica en base al depósito de recuerdos, conocimientos y experiencias vividas (memoria consciente o inconsciente) y produce una sensación de agrado (placer) o desagradan (sufrimiento, miedo) según las circunstancias.
Esta evaluación mecánica del hecho que acaece por parte de la memoria condicionada es lo que dispara una amplia gama de sentimientos y sensaciones que oscilarán desde el extremo de la euforia jubilosa hasta su opuesto, el trastorno de pánico pasando por todos los estados intermedios.
No se trata sólo de nuestra memoria individual, sino también de aquella que heredamos a través de diez mil años de evolución humana y que nos ha sido transmitida genética y socialmente a través de palabras, imágenes, símbolos y signos.
El miedo sería, por lo que hemos visto, el resultado de teñir el hecho presente con ideas, imágenes y experiencias negativas dolorosas o frustrantes que guardamos en la memoria creyendo que nos protegerán.
La enseñanza de la media cobra:
Nuestros miedos tienen que ver con el falso contacto con la realidad. Una realidad desprovista de riesgos, desafíos, entendida como conquista diaria de límites, impermanencia constante, emociones y cambios de forma. Si te atreves, vives, de verdad.
Adriana Paoletta