Han sido varias las noticias que esta semana han vinculado el consumo de bebidas azucaradas con el sobrepeso y obesidad. De hecho, la ciudad de Nueva York ha prohibido la venta de estos refrescos en su tamaño ‘maxi’ para frenar esta epidemia. Pero los datos de tres estudios
publicados por la revista ‘The New England Journal of Medicine’, además de insistir en este mensaje, van un poco más allá: las bebidas ricas en azúcares refuerzan la susceptibilidad genética a tener unos, o muchos, kilos de más.
«Nuestros resultados muestran una interacción significativa entre un importante factor dietético, como es la ingesta de bebidas azucaradas, y la mayor o menor predisposición genética con relación al IMC (índice de masa corporal que cuanto mayor es su valor indica más sobrepeso u obesidad) y el riesgo de obesidad», señalan los investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard (EEUU) en el estudio.
Algo a considerar si se tiene en cuenta que la ingesta de azúcar procedente de estas bebidas es responsable, por sí sola, del 15% del consumo calórico en varios grupos de población, conformándose como la mayor fuente calórica alimenticia al menos en Estados Unidos, aunque en otros países de Occidente también su ingesta es elevada.
Los investigadores de Harvard registraron los datos de 6.934 mujeres (reclutadas para el estudio Nurses’s Health), de 4.423 hombres (del estudio Health Professionals Follow-up) y de otro grupo formado por 21.740 mujeres (del estudio Women’s Genome Health). De todos los participantes, se evaluaron datos sobre su ingesta calórica y su procedencia. Los investigadores también analizaron si los participantes presentaban variaciones genéticas en 32 lugares del ADN que están relacionadas con una mayor predisposición genética a la obesidad.
De esta manera, encontraron «que un mayor consumo de bebidas azucaradas estaba asociado con una más pronunciada predisposición genética a tener un IMC más elevado y a un mayor riesgo de obesidad […] Estos datos sugieren que las personas que ingieren más bebidas de este tipo pueden ser más susceptibles a los efectos genéticos sobre la adiposidad. O dicho de otra manera, las personas con una mayor predisposición genética a la obesidad parecen ser más susceptibles a los efectos deletéreos de las bebidas azucaradas sobre el IMC», explica el trabajo. Y ese efecto es mayor cuanto mayor es la ingesta de refrescos o zumos azucarados, según han comprobado.
Cómo contribuyen al sobrepeso
Al contrario que los carbohidratos con alto contenido de fibra, las bebidas azucaradas son nutrientes pobres y con frecuencia se asocian al consumo de alimentos salados y calóricos. Además, esa ingesta también contribuye a la obesidad por otros motivos. Los refrescos y zumos azucarados tienen un alto contenido calórico con una baja saciedad y una incompleta compensación de estas calorías líquidas, resultando en un incremento de la ingesta total de energía. A eso se une que estas grandes cantidades de carbohidratos se absorben rápidamente, y esa mayor ingesta puede incrementar los riesgos de resistencia insulínica, la disfunción de las células beta del páncreas y la aparición de otros trastornos metabólicos.
Por estos motivos, los autores del estudio señalan la necesidad de «probar intervenciones que reduzcan la ingesta de bebidas azucaradas como una manera de reducir el riesgo de obesidad y enfermedades relacionadas».
Además, reemplazar estos refrescos por otros ‘light’ contribuye a ganar menos peso y grasa, según los datos de otros dos estudios, uno de ellos realizado con 224 adolescentes y el otro con 641 niños. «Pensamos que disminuir el consumo de bebidas azucaradas podría reducir la alta prevalencia de sobrepeso en los niños», afirman investigadores de la Universidad de Amsterdam (Holanda) y autores de uno de estos trabajos.
Un editorial, publicado también en ‘NEJM’, refuerza la idea de que controlar estas bebidas sería una buena medida para frenar la obesidad. Sin embargo, considera que no debe considerarse la única estrategia. Habría que otras para «lograr y mantener un peso normal, como el aumento de la actividad física». http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/09/21/nutricion/1348255235.html
Fuente: wellness-uptodate