Mucha gente, cuando empieza a entrenar después de un largo período de sedentarismo se queja de que en lugar de adelgazar ha subido de peso. Sí, esto sucede, es cierto; pero debemos aprender a distinguir entre «peso graso» y «peso magro».
El hecho indiscutible es que el mismo peso de grasa ocupa un volumen mucho mayor que el de músculo, y para muestra os dejo esta imagen:
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Aquí vemos lo que ocupan 5 libras (2.26 kg) de grasa y de músculo; la diferencia es notable, ¿no creéis? Aparte del volumen, la composición evidentemente tampoco es la misma: la grasa (la materia amarilla) es blanda e informe. El músculo, que está formado por miofibrillas, y éstas a su vez por miofilamentos de proteínas, tienen una disposición regular en forma de huso.
Así, cuando comenzamos a ejercitarnos es muy normal que incrementemos nuestro peso total, aunque efectivamente nos veamos más delgados, pero este peso será peso magro (no graso).
Personalmente, para mí no es tan importante mi peso como la forma de mi cuerpo, de manera que mi «modo de control» es el espejo y no la báscula. También me guío bastante por mi ropa: si unos pantalones que me suelen quedar bien de pronto me aprieta… ¡peligro, peligro! El peso es algo bastante relativo y que varía con mucha facilidad: retención de líquidos, menstruación… y no me parece un medidor fiable.
Y vosotros, ¿con qué os guiáis para controlar vuestra forma?
Fuente: Lady fitness