Las dietas rápidas son una ilusión

Ya no nos asombramos al ver anuncios televisivos proponiéndonos adelgazar con dietas rápidas que parecen cuestión de la magia. Esto es lo que podemos ver constantemente en los medios, principalmente en épocas veraniegas, cuando la necesidad de lucir un cuerpo escultural acucia más que de costumbre.

Es que la obesidad es un flagelo mundial que amenaza con cobrar nuevas víctimas a cada instante. Esta enfermedad tiene diversas consecuencias negativas para las personas, que no sólo incluyen sus consecuencias físicas, sino también las psicológicas, de allí el auge de las dietas rápidas.

Con una sociedad dedicada al culto a la salud y la figura, la creciente masa de obesos se ve impelida por la necesidad de perder peso de manera acelerada, no sólo por evitar enfermedades, sino para ser aceptados y en última instancia, sentirse mejor consigo mismos. Pero esta necesidad no es buena consejera y por ello abundan las dietas milagrosas que se nos ofrecen en todo medio de comunicación masivo y no tan masivo, prometiéndonos la silueta deseada al instante y sin realizar ningún esfuerzo.

Cómo funcionan las dietas rápidas

Pero, ¿qué ocurre realmente con las dietas rápidas? Por lo general, estas dietas suelen conducir al fracaso, pues de obtener resultados, los mismos no son duraderos y nos vemos enfrentados al efecto rebote, el cual suele dejarnos peor de lo que estábamos. Ni que hablar de la salud, pues nuestro cuerpo se ve sometido a cambios bruscos en los hábitos alimenticios, lo cual conduce a una descompensación que puede ocasionarnos severos trastornos. Y no olvidemos, que todo esto nos cuesta mucho dinero, además.

Para hacer frente a esta verdadera industria de la dieta, en algunos países como Estados Unidos, se están tomando medidas que tienden a reeducar a la población en cuanto a sus hábitos alimenticios. También grandes marcas de la industria alimentaria están realizando cambios en su sistema de fabricación, para ofrecer alimentos con menores contenidos de azúcares y grasas.

Las escuelas también se han sumado a la campaña de reeducación alimentaria, prohibiendo la presencia de ciertos alimentos con elevado contenido de grasa y azúcares en sus máquinas expendedoras y en sus cafeterías.

Por lo pronto, las políticas de la salud, a nivel mundial, están abocadas a mejorar las condiciones alimentarias de la población, pero no ocurre lo mismo con los medios de comunicación, los que nos atiborran con su publicidad de alimentos saturados,que nos convierten en obesos, para que luego debamos comprar sus dietas milagrosas, para volver a estar delgados. Negocio redondo diría.

El problema no pasa por hacer una dieta para recobrar la figura, sino en mantener una dieta balanceada todo el tiempo. Una dieta rápida no constituye un régimen alimenticio sostenible, por el contrario, es un esfuerzo de unos días, que no puede llevarse mucho más allá de la duración de la dieta. En cambio, el adoptar una dieta equilibrada y mejorar los hábitos alimenticios, constituye una forma saludable y permanente de mantener el peso. El sobrepeso, es un problema que dura toda la vida, y la solución, por lo tanto, debe también ser duradera, para que los kilos perdidos no retornen en pocos días. Por otra parte, no debemos olvidar que la pérdida acelerada de peso nos lleva a una disminución del metabolismo, por tanto, se recupera el peso perdido con tanta velocidad como se perdió.

No debemos perder de vista, que la mayoría de las dietas nos hacen perder líquidos y no peso real, por tanto, el cuerpo volverá a su estado anterior, apenas se haya recuperado el líquido perdido. Entre los riesgos que estas dietas rápidas conllevan, está el déficit nutricional ocasionado por dietas que no cubren las necesidades alimenticias, como eliminar completamente las grasas, lo que puede ocasionar déficit de ácidos grasos esenciales. Entonces, sólo nos queda decir que no existen dietas milagrosas, sino que debemos adquirir buenos hábitos alimentarios.

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