En términos simples, algunos de los procesos que ocurren en nuestro organismo depende de la condición del mismo al momento del esfuerzo. En primer lugar, si al levantarnos por la mañana y antes de comer algo, nos calzamos las zapatillas para salir a correr, o entrenar con pesas, nuestro cuerpo experimenta un estado de reposo, en el cual los procesos son más lentos y además, la glucemia se encuentra en niveles bajos, casi basales, por haber tenido el último aporte de nutrientes la noche anterior, es decir, unas 8 horas mínimas, previas al esfuerzo. Entonces, realizar trabajo muscular puede significar, por un lado, una mayor utilización de grasas como fuente de energía, por lo que muchos afirman que es mejor ejercitarse sin haber comido previamente, y por otro lado, también se puede presentar una hipoglucemia a causa de falta de sustratos (bàsicamente carbohidratos).
Desde el punto de vista de la fisiología y nutriciòn, entrenar en ayunas inicia un proceso de catabolismo muscular (se pierde músculo) por necesitar más energía de la que nuestro cuerpo dispone y recurrir a las proteínas como fuente de la misma. Así pues, entrenar en ayunas se convierte en un arma de doble filo, ya que puede significar: quemar grasas, pero también puede resultar muy nocivo y comprometer la salud. Además, consideraciones adicionales pueden justificar que es mejor entrenar después de haber desayunado ya que, cuando nuestro cuerpo no tiene sustratos y es sometido a un gasto calórico, el metabolismo asume que estamos en época de escasez y pone en marcha un “plan de ahorro” (aumentar más grasa) Por lo que, cuando regresemos de correr o entrenar con pesas y desayunemos, absorberá aún más los nutrientes que aportemos en la dieta. Esto puede llevarnos a comer más de lo que realmente requerimos cuando desayunamos después del esfuerzo.
Desde el punto de vista de la fisiología y nutriciòn, entrenar en ayunas inicia un proceso de catabolismo muscular (se pierde músculo) por necesitar más energía de la que nuestro cuerpo dispone y recurrir a las proteínas como fuente de la misma. Así pues, entrenar en ayunas se convierte en un arma de doble filo, ya que puede significar: quemar grasas, pero también puede resultar muy nocivo y comprometer la salud. Además, consideraciones adicionales pueden justificar que es mejor entrenar después de haber desayunado ya que, cuando nuestro cuerpo no tiene sustratos y es sometido a un gasto calórico, el metabolismo asume que estamos en época de escasez y pone en marcha un “plan de ahorro” (aumentar más grasa) Por lo que, cuando regresemos de correr o entrenar con pesas y desayunemos, absorberá aún más los nutrientes que aportemos en la dieta. Esto puede llevarnos a comer más de lo que realmente requerimos cuando desayunamos después del esfuerzo.
Por lo general, no es recomendable entrenar en ayunas, una buena combinaciòn de alimentos antes y despuès de entrenar es esencial para un cuerpo sano y musculado. En este punto hay que decir lo siguiente; si una persona está adaptada (entrenada) y lleva a cabo una combinaciòn adecuada de alimentos es posible que entrenar en ayunas ocasionalmente no le afecte dramàticamente, pero si el caso representa a una persona sedentaria o con poca preparaciòn física y encima su dieta es pobre en nutrientes, entonces entrenar en ayunas supone un impacto negativo en su salud y masa muscular.