Después de la tormenta , asoma una calma, hecha de nuevos frutos.
No es posible comprender, algunos hechos misteriosos ,como la muerte, la enfermedad y el sufrimiento, circunstancias existenciales, que dieron fe y búsqueda, a los grandes maestros espirituales ,de todos los tiempos, sin atravesar el dolor o el sacrificio.
Al despertar cada mañana , tengo la extraña sensación de vivir distinta. Puedo entrever ,el tejido invisible ,que nos sustenta ,aparentando una realidad sólida ,que siempre permanecerá. Pero sin embargo, la clara conciencia ,de que el ahora es único, me entrega con fuerza, a atesorar el instante con amor, sabiendo de su impermanenecia.
Soy una mujer de actos y cada vez más ,me acerco a aquella energía ,que me alimentará verdaderamente. Un hacer, librado de los frutos de la acción, como enseñaba el Gita.
Intento rodearme de seres ,cuyo amor sea la acción desinteresada, ya que no hay tiempo que perder ,en vanas enseñanzas. La madurez de una sociedad ,viene de sus familias, no de sus maestros. Un maestro sólo permite madurar aquello, que fue sembrado por los hábitos y por alguna razón florece ,en tierras lejanas.
El intento artificial, de educar fuera del hogar, es una mentira institucionalizada ,que compran los padres para seguir creando hijos a imagen y semejanza de un mundo, hecho de ilusión , separación de clases y desigualdad.
La inteligencia de un niño, consiste en crear, a partir de sus propios recursos, aquello que le permita ordenar su psiquismo y ampliarlo, hasta entender que su yo ,es también un yo social, que necesita abrirse, para darse a los demás.
En ese salto, del Yo al Nosotros, es que construiremos ese mundo que no espera, que está aquí, para desafiar a que dejes de pelear y acumular y comiences a confiar y a dar.
Sólo así ,la realidad te tenderá su mano.
Adriana Paoletta.