Cuando los niños «no siguen» las sesiones de Yoga

Cuando los niños «no siguen» las sesiones de Yoga

Hay ocasiones en que parece que los niños no siguen las sesiones de yoga en familia. Por supuesto, esta es una afirmación hecha desde lo que entendemos por seguir una sesión. Y, como ya nos hemos dado cuenta en numerosas ocasiones, lo que se supone que debería ser… no es.

Hace unos días asistieron a clase dos mamás con dos niñas, una de dos años y otra de tres. Las pequeñas mostraron una enorme necesidad de exploración del espacio y de afirmación en sus decisiones. En otras palabras, las adultas realizábamos la mayoría de las propuestas y ellas correteaban alrededor nuestro y se entregaban a desarrollar su capacidad de decir “esto no lo quiero hacer ahora”. El que esto fuera un éxito o una frustración depende únicamente de nuestro punto de vista.

Si el objetivo que perseguíamos era que las niñas cumplieran las propuestas que se les hacían, habíamos fracasado.

Pero eso está muy lejos de nuestro objetivo…

Algo que las madres valoraron, en el mismo instante en que sucedía, fue que ellas se pudieron entregar completamente a la relajación unos minutos mientras las pequeñas jugaban tranquilamente en la sala. Esto denotó un alto grado de confianza tanto en las madres como en las hijas; una gran apertura al permitirse que sucediera algo que aún no había sucedido o que sucedía muy rara vez. Las niñas sintieron que sus madres estaban presentes aunque no tuvieran sus ojos clavados en ellas. Estar presente es un éxito, sentir la presencia de otro también.
Se vivieron momentos de juego y complicidad y hubo oportunidad para el diálogo entre madre e hija. Desde intentar convencer a la hija de que participara, hasta aceptar que el momento requería otra actitud y finalmente conseguir disfrutar de toda la sesión. Saber escuchar, hacerse entender y disfrutar del momento es un éxito.

Pero la sesión de yoga no terminó donde creíamos que había terminado – una hora después del inicio. Anna me escribió contando que Hela había reproducido la sesión de yoga en casa de una forma espontánea y especial. La pequeña tomó el papel de profesora y pidió a su madre que hiciera con un muñeco todo lo que ella había hecho en clase: mostrarse tímida, negarse a hacer los ejercicios y correr alrededor de su madre. Mientras Anna iba reproduciendo con el muñeco todas estas actitudes, Hela – que había estado aparentemente distraída en la sesión- reproducía, en su papel de profesora, todos los ejercicios que se habían propuesto en clase mientras se reía a carcajadas de lo que hacía el muñeco y pedía repetir el juego una y otra vez.

Hela ha hecho un proceso de conciencia maravilloso: se ha situado en el lugar del observador utilizando un muñeco como objeto de observación. Atribuyéndole las características que a ella le están dificultando el camino en este momento (la timidez, el decir no,…), ha podido mirarse y comprenderse. Ha detectado perfectamente que la timidez forma parte de su ego y que es capaz de distanciarse de él. Como adultos solemos necesitar numerosas técnicas y años de meditación para darnos cuenta de este hecho y empezar a vivir teniendo conciencia de ello.

Nunca he tenido ninguna duda de que los niños son capaces de detectar y aprovechar la más mínima oportunidad que les ofrezcas para crecer y sanar. Ese es nuestro objetivo, ofrecer y ofrecernos una oportunidad. Cualquier cosa que hagamos con ellos – yoga, cocinar, bailar, leer, pasear…- hagámoslo con conciencia, la plenitud que llega al ser testigo de su grandeza vale la pena.

Autora:Tere Puig
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