El Yoga en Familia es una actividad lúdica que integra el aprendizaje, a través de la experiencia, de las técnicas milenarias que ofrece el yoga.
Compartir una sesión de yoga con niños y disfrutar de ella requiere que sepamos y aceptemos que todos aprendemos por imitación, que los niños mantienen la capacidad de captar e integrar experiencias e información aun estando en movimiento y que la idea de que la relajación implica inmovilidad es algo aprendido y no necesariamente real. Todos aprendemos por imitación.
Boris Cyrulnik, nos cuenta en su libro “De cuerpo y alma” un experimento realizado con chimpancés: midiendo las respuestas cerebrales de un grupo de chimpancés al realizar determinados movimientos se dieron cuenta que estas eran las mismas en otro grupo de chimpancés que estaba simplemente observando. Esto nos corrobora el aprendizaje por imitación. Los adultos somos los responsables de escoger los ambientes en los que se desarrollan los más pequeños, por qué el ambiente está influyendo en que se concreten unas conexiones neuronales y no otras, el entorno está determinando lo que el niño aprende.
Decidir si pasamos nuestro tiempo libre en un centro comercial o paseando en un entorno natural, en medio de un grupo de gente crispada o dentro de un entorno relajado, es importante, tendrá efectos distintos en el niño ¡y en el adulto! .
Los niños mantienen la capacidad de captar e integrar experiencias e información aun estando en movimiento. Los años de “educación” que hemos recibido nos han creado ciertos hábitos que ahora entendemos como algo inherente al ser humano. Hemos olvidado que éramos distintos antes de integrar todas las experiencias que hemos vivido. Observar a los más pequeños nos ayuda a recordar lo que fuimos, reconociendo ciertas aptitudes realmente valiosas: capacidad de disfrutar, espontaneidad, libertad en la expresión y la creación,… .
Todo ello hace que el niño sea absolutamente capaz de realizar un aprendizaje estando en pleno movimiento. Es más, necesita involucrar todo su cuerpo en el aprendizaje para que este sea efectivo y real. El niño no se percibe como un conjunto de piezas: cabeza, manos, pensamientos,… sino que tiene una percepción global de si mismo y por tanto no comprende que para escuchar sea necesario mantenerse quieto.
Por ejemplo: el niño no está convencido de que escucha solo con las orejas… por qué percibe la vibración a través de su piel y la siente distinta según lo cerca o lejos que esté, dependiendo de su postura… No es de extrañar que frente a una voz, intente obtener el máximo de experiencias que esta junto con su cuerpo le ofrece.La idea de que la relajación implica inmovilidad es algo aprendido y no necesariamente real. En el cuerpo todo es movimiento: el latir del corazón, la respiración, movimientos intestinales, los fluidos que nos recorren, … . Lo mismo ocurre en el área del pensamiento, una idea sucede a otra continuamente.
Si forzamos al cuerpo a mantenerse en inmovilidad en contra de sus necesidades es muy probable que experimentemos infinidad de sensaciones muy distantes a la relajación. Es cierto que la inmovilidad física (músculo-esquelética) nos ayuda a serenar la mente manteniéndonos atentos a su actividad, pero es necesario recordar que esta inmovilidad se aprende con años de práctica y que, una vez integrada, es muy probable que ya no sea necesaria para mantener la serenidad para la que fue desarrollada.
Es muy distinto un niño ansioso que un niño en movimiento. Por tanto, el hecho de que un niño esté inmóvil no es sinónimo de que esté relajado y a la inversa. Lo que sí suele ocurrir es que frente a un niño en movimiento el adulto se pone nervioso… pero ese es un tema que incumbe al adulto no al niño.
Relajarse en el movimiento es una de las maravillosas cosas que los niños pueden ayudarnos a recordar.
Clase mensual:
Primer Grupo: bebés de 0 a12 meses.
Un Domingo al mes de 11.00h a 12.00h
Segundo Grupo: niños de 2 a 5 años.
Un Domingo al mes de 12.15h a 13.15h
Fuente: YOGA NARADEVA MONTECARMELO