

A partir de ese momento, Ramana emprendió la senda del renunciamiento. Tardó tres días en llegar a su destino y pronto encaró una intensa ejercitación espiritual. Pudo sobrevivir gracias a la bondad de algunos sadhus (monjes) y peregrinos que se encargaban de protegerlo, ya que pasaba la mayor parte del tiempo en éxtasis.
A. Paoletta