La mujer pare, el bebé nace.
Conectarse con el bebé favorece el desarrollo del parto y el nacimiento. Nacer es luchar por vivir, el bebé está luchando por vivir, debe salir. Todos nosotros hemos pasado por ello. Si una madre es consciente de esta situación no duda un instante en entregar cuerpo y alma para ayudarlo en este tránsito. El bebé siente a la madre a su lado y avanza sin miedo. La madre en su entrega confía en la Vida, la fuerza la recorre, el dolor y el miedo no tendrán ninguna importancia para ella. Todos hemos vivido momentos difíciles en soledad y otros cálidamente acompañados. No es necesario explicar la diferencia entre una y otra experiencia.
Durante el parto la mujer pasa por distintas fases, siente miedo y luego se siente poderosa, se siente pequeña y luego grande, va de la incertidumbre a la certeza. Forma parte del camino que debe recorrer para abrirse al nacimiento, al propio y al del bebé. Poco a poco su mente se ira acallando e irá conectando con su instinto.
No siempre esta conexión sucede. La mujer debe haber preparado el camino para llegar al instinto, que a veces está muy escondido; entrenando su mente al silencio y la entrega y fortaleciendo su cuerpo. Debe haber escogido un entorno y compañía favorables donde ella se sienta segura y libre de expresarse. Y aun habiendo hecho todo esto, a veces, se dan circunstancias que la desbordan e impiden que la mujer llegue a ese estado de conexión.
Si la conexión con su instinto no sucede, la mujer se queda anclada en el miedo y la duda, aparece a menudo el sufrimiento y la angustia. En este caso, el entorno le será de gran ayuda y apoyo si ella lo permite. Y recordar que el bebé está haciendo un gran esfuerzo por nacer y que lo mejor que puede hacer por él es estar a su lado, le ayudará a desapegarse de su propio sufrimiento.
En cambio, cuando la mujer entra en ese estado profundo de interiorización, el dolor, la duda y el miedo pierden el sentido. Probablemente la sorprendan sus propias actitudes y emociones, aparecerán facetas de ella que nunca había imaginado. También en este caso será de gran ayuda para ella si ha escogido un entorno en el que se pueda sentir confiada y libre para mostrarse de cualquier forma que su esencia le pida.
Sea cual sea la experiencia de la mujer, será única y sagrada, un regalo de la Vida para su crecimiento interno. De ella sacará la fuerza y el coraje que necesita para criar a los hijos.
“Me levanto, me acuesto, me agacho, me muevo, me balanceo, suave danza entre dos cuerpos celebrando el final de su sagrada fusión, me alegra lo vivido, lo sentido, lo gozado, lo sufrido, quiero verme en tus ojos, que te veas en los míos, te abres camino hacia la Tierra, yo me abro para ti.” – Parto y nacimiento, de Júlia y mio.