Los velos simbolizan la armadura y nos remiten a un estado de ignorancia y de oscuridad. Los velos pueden identificarse como las Fuerzas del Mal que están en nuestra vida cotidiana y dentro de nosotros mismos. Ejemplos de ese mal son la neurosis, los atentados terroristas, los dictadores, los que maltratan a los demás, los que abusan del poder tanto en lo económico como en lo político. Resultado de ese mal son los asesinatos por todo el mundo –físicos o mentales–,el maltrato a los llamados países tercermundistas que son saqueados en lo económico, en lo político y en lo cultural, la creación de nuevas pestes o plagasque diezman la población mundial, tanto animales como humanos… Todo ello son las huellas de la Bestia –que no de la Bella–, lo cual se halla muy alejado de las Fuerzas del Bien cuya representación podemos encontrar en las fuerzas formativas de los ángeles, que son seres de luz y tienen un papel constructivo en la Creación, en oposición al grupo anterior que se caracteriza por ser destructor.
Para discriminar esas dos fuerzas, la Vida nos ha dotado del discernimiento, que nos permite diferenciar la enfermedad de la salud, lo que quita la vida de lo que la da.
Asimismo, si trasladamos ese esquema de fuerzas a nuestra vida personal, podemos ver en nuestro interior los velos que cubren nuestra realidad, los que nos privan de la sonrisa, la felicidad, el amor y la salud.
Para que el buscador pueda desvelarse y llegar a la iluminación, tendrá que considerar al comienzo del Proceso que existe un Camino, un caminante y un destino. El Camino se asemeja a un código de circulación que el conductor tiene que poner en práctica para llegar a su destino, respetando ciertas normas. El caminante es el buscador, que, habiendo puesto un deseo anhelante en el corazón, tiene una firme y sincera intención de cambio. El puerto de destino es el Yo verdadero que habita en el corazón y el Gran Puerto sería la Fuente. El Proceso lo puede hacer el buscador por sí mismo, es decir con sus propios medios –si es que son suficientes– o aliarse con alguien que haya transitado por el Proceso y sea conocedor de recursos y haya alcanzado un mayor desvelamiento que él. Nos referimos a la figura del sabio, maestro, psicólogo, terapeuta, chamán, etc.
No existen varitas mágicas que transformen en el acto a las personas. Se necesita un tiempo para el cambio. Aunque, sin duda, hay sesiones del Proceso que aportan una gran transformación para el sujeto que se decide a andar por ese camino, no en todas se producirá un avance fácilmente reconocible. El desvelamiento es una tarea del día a día; en lo cotidiano todo velo o armadura que se disuelve está relacionado con la neurosis.
Los velos también significan apegos y desprendernos de ellos no es tarea fácil. Además, una de las características del ego o el yo experimentador es el autoengaño. El tiempo es como una espada: o te haces dueño del tiempo haciendo un uso correcto de él o la espada te corta. El desvelamiento tiene que producirse en lo profundo del ser; no es un asunto de terapia light, es un cambio que tiene su propio ritmo. ¡Han sido muchos años de errores a las espaldas! ¡Tenemos la seguridad de que es posible un cambio profundo tanto en lo psicológico como en lo emocional, en lo físico y en lo espiritual! ¿Te has imaginado cómo podría ser tu vida si llegaras a cambiar tres conflictos de ti mismo? Escucha a los que han pasado por un Proceso auténtico y te darás cuenta de cómo han cambiado sus vidas. Una de las cualidades requeridas para el viaje es la paciencia, una medicina amarga pero cuyos frutos son dulces.
El Proceso de Desvelamiento consiste en darse cuenta de esas armaduras que se interponen entre las luces de nuestro interior –representadas por el Yo verdadero– y lo que nos gustaría ser. Es la barrera que ponemos entre nuestro potencial y su realización. Esas barreras nos impiden llegar a ser, a realizarnos como seres humanos.
Fuente: Yoga Sala Málaga