Diario de un coachee aguerrido en 5 entregas. Capítulo 4: Me celebro a mí mismo

Walt Whitman
I celebrate myself,
And what I assume you shall assume,
For every atom belonging to me as good belongs to you.


Me celebro a mí mismo,
y lo que yo asumo tú lo asumirás,
por cada átomo que me pertenece como te pertenece a ti.

Creo que esto del coaching se está transformando en una celebración, en un reencuentro con mi mejor versión. Asisto, emocionado, casi exaltado, a la fiesta de lo que soy, y experimento gozoso, que en esto que creí que consistiría en tomar las riendas, no tengo más que soltarlas. El tren va solo, no tenía que hacer ningún esfuerzo para que el tren andara, sólo tenía que empezar a relajarme, deshacerme del exceso de equipaje, y dejarme rodar.
El paisaje no siempre es el mismo, pues el tren pasa por muy distintos lugares, y atraviesa campos de cultivos, escombreras, suburbios, oscuros túneles, poblados de chabolas, o extensas praderas. Y así como cambia el paisaje también cambia el observador, que, sobrecogido ante la belleza, o aturdido por la dureza de lo que se deja contemplar, aprende la ecuanimidad que otorga la rendición.
¿Y qué ocurre con la acción? ¿Qué este no hacer nada? ¿Qué hay de aquello de emprender acciones efectivas? No tengo ni idea. Sigo sin tener ni idea. Pero es más fácil, simplemente, dar un paso y después el otro. Desde este centro inamovible al que accedo sólo cuando me relajo, sin miedo y sin expectativas, levanto el pie, inspiro, lo traslado unos centímetros más adelante, exhalando, primero el talón, después el resto. Eso es todo, y ya es un trabajo, un trabajazo, suficiente acción como para dormir como un bendito cuando llega la hora del descanso, el sueño profundo y reparador, a veces hecho polvo, el fin. ¡Cuántas cosas se han hecho hoy con este no hacer nada!
El mayor descubrimiento que he hecho con el coaching de Gemma es que puedo crear listas de tareas pendientes, hacer planes a medio y largo plazo, crear planes de acción, crear eslóganes e inventarme himnos al futuro que ha de llegar, sin salirme del presente y dejando lugar a lo inesperado, lo imprevisible.
Hoy me celebro a mí mismo. Me entrego al regocijo de simplemente ser, al gozoso encuentro con mi esencia más genuina y dejo que sea la Vida quien me viva, penetre en mí y me guíe, ya sea en la elaboración de tareas pendientes, del pan, o en la limpieza de la casa. Un paso y después otro. Y ya está.

Puesto que el poder supremo de Dios hace que todas las cosas se muevan, ¿por qué nosotros, sin someternos a Él, hemos de preocuparnos constantemente pensando lo que se ha de hacer y cómo, y qué no se debe hacer y de qué manera? Si sabemos que el tren transporta todas las cargas, ¿por qué cuando subimos en él hemos de llevar nuestro bulto en la cabeza y viajar incómodos, en vez de dejar que lo lleve el tren y ponernos cómodos?

Ramana Maharshi



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