La MujerMadre: Canal entre el Cielo y la Tierra
“Me levanto, me acuesto, me agacho, me muevo, me balanceo, suave danza entre dos cuerpos celebrando el final de su sagrada fusión, me alegra lo vivido, lo sentido, lo gozado, lo sufrido, quiero verme en tus ojos, que te veas en los míos, te abres camino hacia la Tierra, yo me abro para ti.” – Fragmento del Nacimiento de Júlia.
La experiencia del nacimiento es tan inmensa e intensa que la mente no es capaz de digerirla, solo en el momento en que la mujer dice “AQUÍ ESTOY, EN CUERPO Y ALMA, QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA”, en ese momento la mujer deja de luchar y se produce el nacimiento, el del hijo y el de ella. En ese instante la mujer se abre a la Vida y a la Muerte, y la mujer es bendecida con una experiencia íntima y profunda que la inspirará en los próximos tiempos para la crianza de lo hijos.
En esa entrega la mujer se siente habitada por una fuerza tremendamente animal, que la une a la tierra y a lo salvaje; y al mismo tiempo la sostiene una profunda serenidad, que viene de la experiencia de eternidad del alma. En ese instante la mujer tiene la certeza absoluta de ser el canal entre el Cielo y la Tierra.
Esta experiencia no tiene porque ser exclusiva del momento del nacimiento, aunque probablemente si lo sea en cuanto a la intensidad de sensaciones. Tomar conciencia durante el embarazo de este aspecto ira preparando y abriendo a la mujer a vivir esa experiencia.
El embarazo es un proceso absolutamente orgánico y a la vez absolutamente espiritual. Hace sentir a la mujer su aspecto más animal, sus sensaciones físicas la invaden, el vientre, pechos, los genitales toman gran importancia en esta etapa. Y al mismo tiempo le recuerda su naturaleza más sutil, la Vida brotando en ella, el milagro de lo Invisible.
Durante el embarazo y el parto la mujer ofrece su cuerpo, que se transforma y se abre, para que la Vida, lo Invisible, se manifieste con toda su magnitud y perfección.
Tere Puig