Iniciamos nuestra existencia con una inspiración y la terminamos con una expiración.
Ese ritmo, esa pulsión vital, se repite día y noche a lo largo de la vida siendo el soporte fisiológico y energético de todas las demás funciones, es también el soporte de toda nuestra actividad y pasividad de nuestro cuerpo y mente.
La respiración marca toda nuestra existencia, es lo más primario, lo más elemental.
Al ser la función más básica es la más determinante y la que más condiciona nuestras vivencias de todo tipo.
La calidad de nuestra respiración determina la calidad de nuestra vida.
Físicamente hablando se produce un buen intercambio gaseoso, se incorpora mas oxigeno que combinado con los glóbulos de nuestra sangre realizan tareas de nutrición, defensa, etc. en nuestro organismo.
La respiración está vinculada directamente con el funcionamiento de los órganos, las emociones y
la mente, nos permite liberarnos del estrés, combatir la anemia, desintoxicar el cuerpo, relajarnos…
Nuestro sistema nervioso esta dividido en dos ramas, el simpático y el parasimpático (uno encargado de “acelerar” y el otro de “parar” las diferentes actividades del organismo, llámese latir del corazón, etc..)
Una respiración adecuada es una parte esencial del proceso de relajación, dado que puede ser utilizada para controlar respuestas fisiológicas que siempre se consideraron más allá de todo posible control
Consciente.
Cuando inspiramos, el tono simpático tiende a aumentar y, cuando espiramos, es el tono parasimpático el que aumenta. A través del control consciente de la respiración es posible disminuir o acelerar las actividades del sistema que ocasiona cambios en los modos y funciones del organismo. La respiración podría ser incluso la clave de las extraordinarias pruebas de control corporal que realizan algunos yoguis.